Diversos procesos de movilidad humana reconfiguraron históricamente los territorios y las condiciones de vida de las y los guatemaltecos; por eso, este Informe analiza su impacto en el desarrollo humano y en sus brechas y desigualdades.
Existe una larga historia de migraciones, tanto internas como externas, de población en Guatemala que influyeron de manera determinante en la construcción de las identidades territoriales, de las condiciones socioeconómicas, políticas y culturales a nivel local. Esa historia dejó huella en todos los territorios: según el Censo de 2018, el 10.2 % de la población total del país habitaba un departamento diferente al de su nacimiento y solo cinco departamentos de los 22 tenían un saldo migratorio positivo (diferencia entre cantidad de inmigrantes y emigrantes).
Tres de esos departamentos estaban situados en la región que alberga el gran conurbado urbano-rural en torno a Guatemala, Sacatepéquez y Chimaltenango; el cuarto en Escuintla y el quinto era el Petén, departamento que ha recibido desde hace varios decenios a numerosos contingentes de migrantes internos. . Los departamentos que tienden a perder población son sobre todo los que tienen una población rural mayoritaria y menor desarrollo humano, entre ellos, Baja Verapaz, El Progreso, Jutiapa, San Marcos, Santa Rosa, Totonicapán y Zacapa.
La migración hacia otros países, en particular hacia Estados Unidos y en condiciones mayoritariamente irregulares, es el otro gran fenómeno de movilidad humana que está reconfigurando los territorios desde fines del siglo pasado. En Centroamérica, Guatemala era el segundo país con mayor número de migrantes internacionales en 2020.
Desde una perspectiva territorial, los departamentos en los que hay mayor proporción de hogares con alguna persona que haya migrado al exterior se concentran sobre todo en el oeste del país (Huehuetenango, Quetzaltenango, Quiché, San Marcos, Sololá y Totonicapán) en el norte (Baja Verapaz) y, en menor medida en el este (Chiquimula, Jalapa y Jutiapa). La migración internacional entre los hogares rurales de Huehuetenango (17.5 %), Sololá (15.4 %) y Quetzaltenango (12.5%) es particularmente elevada.
La intensidad de la migración externa en los hogares registrada en 2018 está negativamente asociada al componente de ingresos del IDH-M de 2002; es decir, a menor ingreso promedio municipal hace 16 años, mayor porcentaje de hogares con migrantes en el exterior, ratificando la importancia de la dimensión económica en esos movimientos de población.
Para entender mejor estas dinámicas tan relevantes para el futuro del país, se realizaron tres estudios de caso sobre la historia y rasgos de estos fenómenos en territorios paradigmáticos: los Cuchumatanes, los municipios del “Corredor Seco” y el Altiplano Centro Occidental.
Figura 5.1 Entre 2002 y 2018, la migración al extranjero se ha intensificado en el noroeste del país, Quiché y Baja Verapaz
Hogares con migrante internacional (%) – Municipal 2002 y 2018
Fuente: elaboración propia con base en datos del CNPV 2002 y 2018
Una primera comprobación es que las dinámicas contemporáneas de la migración, particularmente las que tienen como destino los Estados Unidos, deben ser entendidas en el marco de una historia larga de movilidad humana.
Desde tiempos inmemoriales, las comunidades guatemaltecas se fueron moviendo en su territorio para mejorar sus condiciones de vida. Para ello, se establecieron sistemas agrícolas complejos que implicaban el traslado temporal de las comunidades para aprovechar diversos pisos ecológicos en la etapa precolombina y surgieron prácticas de movilidad interna temporal hacia las tierras bajas como jornaleros, cuando las comunidades perdieron el acceso a esos territorios y luego se fueron estableciendo paulatinamente redes, desde finales del siglo XX, para llegar al norte del continente.
Es decir, las migraciones fueron procesos dinámicos que evolucionaron y cuyo despliegue en el territorio no se realizó en forma uniforme. Cada territorio y comunidad experimentó sus propios tiempos y dinámicas. Desde hace más de 50 años se produjo una acumulación y sedimentación de experiencias, información y redes sociales que poco a poco hicieron posible la intensificación de la migración irregular a Estados Unidos.
Si bien los movimientos de población se producen, en alguna medida, por las dificultades de varios territorios para brindar condiciones para el desarrollo humano de sus habitantes, también requieren de otros factores para generarse: información, experiencias, contactos sociales y familiares e infraestructuras que las faciliten. Por esas razones, por ejemplo, no siempre son las personas más pobres las que parten primero, sino aquellas que tienen recursos y conocimientos básicos.
Gráfico 5.3. Los municipios que tenían menor IDH-M en 2002 tienden a tener más hogares con migrantes externos en 2018
Fuente: elaboración propia con base en datos del INDH y del CNPV 2002 y 2018
Este gran fenómeno de movilidad humana está reconfigurando los territorios desde fines del siglo pasado. La migración centroamericana hacia Estados Unidos ha aumentado en los últimos 30 años, incrementándose en un 137 % entre 1990 y 2020. Guatemala era el segundo país con mayor número de migrantes internacionales en 2020 (alrededor de 1 368 431), solo superado por El Salvador.
La migración irregular hacia el Norte del continente tiene en buena medida una naturaleza circular y reticular. Esta situación fortaleció la naturaleza circular y reticular del proceso. Es decir, el hecho de que muchos migrantes volvieran a la comunidad después de logradas ciertas metas personales animaba a otros miembros de la familia a realizar la misma aventura. Fue así como la migración guatemalteca a Estados Unidos fue “madurando”, construyendo rutas, experiencias y redes que la facilitaban y que permitían que incluso personas con menor propensión al riesgo optaran por ella.
Es importante entender este fenómeno en su dimensión integral y humana. Es una expresión de la dificultad de ciertos territorios y del país para garantizar condiciones de vida razonables y expectativas a sus habitantes. Por lo que muchos, en el marco de la migración irregular, deben enfrentar situaciones de sacrificio y de gran riesgo, sabiendo lo impredecible del éxito o el potencial fracaso.
Esos movimientos de población son inciertos y generadores de rupturas, desequilibrios y de difíciles adaptaciones sociales, culturales, familiares y psicológicas. En este sentido, y aunque muchos la idealizan, es necesario asumir que puede implicar costos elevados e incluso daños graves a la salud o la vida misma de quienes deciden partir. En consecuencia, uno de los ejes centrales de cualquier política pública o acción colectiva para tratar la cuestión migratoria se debe referir a la profundización de la protección de estas poblaciones y a la generación de condiciones de dignidad y de respeto de sus derechos humanos. Este es un enfoque imprescindible, en el que hay ciertos avances que se ilustran en el recuadro 5.6, sobre la política nacional de inmigración y emigración, y que podrá leer con mayor profundidad al descargar este capítulo.
¿Cómo la migración internacional afecta al desarrollo humano?
Al analizar los indicadores de desarrollo humano de los municipios expulsores, se verificó que las remesas ayudan a resolver problemas coyunturales, evitan que familias caigan en una mayor pobreza y contribuyen a solventar consumos básicos, e incluso, pueden permitir mejoras en la vivienda y la acumulación de un capital para pequeños emprendimientos o mejoras en la capacidad productiva de las familias. En algunos casos también permiten mejoras en la educación. Esos efectos sin embargo se limitan principalmente a esas dimensiones básicas, pero no logran transformar las condiciones estructurales de desarrollo humano de los territorios, en ausencia de otros elementos y condiciones.
Para que puedan contribuir a cambios profundos, se necesita que estén acompañadas de otros factores como, por ejemplo, una mejora de las infraestructuras públicas y servicios sociales. En la ausencia de políticas públicas de largo plazo que apunten a transformaciones estructurales, las remesas pueden transformarse en un paliativo con impactos limitados y no permanentes. Por otra parte, en la ausencia de modificaciones en las condiciones de vida de los municipios y territorios de los que salieron los migrantes, los incentivos para que la emigración continue se mantienen, haciendo que incluso los que retornan salgan nuevamente debido a la frustración de sus expectativas.
Si bien hasta el momento han generado escasamente una mejora de las condiciones socioeconómicas estructurales, tampoco las remesas son intrascendentes. Su volumen y creciente importancia para miles de familias están produciendo diferencias visibles entre los que tienen acceso a ellas y el resto de la población. De igual manera, en muchas comunidades se debilita la cohesión social por las distorsiones que esos fenómenos están produciendo, por ejemplo, al encarecer el costo de tierras y viviendas, alentar la urbanización, modificar patrones de consumo o al cambiar la naturaleza de algunas relaciones interpersonales. Es decir, las desigualdades y diferencias internas tienden a incrementarse.
Gráfico 5.4 En Huehuetenango, los hogares que reciben remesas tienen un mayor equipamiento y calidad de sus viviendas en relación con la población que no las recibe
Fuente: elaboración propia con base en datos del CNPV 2018 del departamento de Huehuetenango
Hay también cambios significativos en la composición del consumo de los hogares, en la manera como están creciendo las ciudades y se están urbanizando las zonas rurales, en la adaptación y preservación de la cultura local, en la diversificación de actividades económicas en el territorio, en las relaciones de género e intergeneracionales e, incluso, en las identidades indígenas debido al aumento de la migración internacional.
En consecuencia, la cuestión migratoria debe ser analizada en profundidad para reorientar las políticas de ordenamiento territorial, de promoción económica o de dotación de servicios básicos a nivel local.
Se trata de un factor clave para repensar los territorios y las políticas públicas locales y nacionales, no solo en términos de un mejor aprovechamiento de las remesas y capacidades que muchos retornados tienen, sino sobre todo por el impacto que están produciendo en las expectativas de la población, en sus prioridades y en sus formas de organización, es decir en la capacidad de agencia de estas personas.
Siga leyendo en este capítulo más detalles sobre la historia, los cambios impulsados por la migración internacional irregular y la importancia de la movilidad humana en los Cuchumatanes, el Altiplano Centro Occidental y el “Corredor Seco”, así como la transformación que se ha dado en dichos territorios.