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Vulnerabilidad socioecológica y desarrollo humano territorial

Guatemala, como otros países del istmo centroamericano, está enfrentando grandes pérdidas por fenómenos climáticos adversos y tiene significativos desafíos en una gestión sostenible de recursos naturales.

Estos vertiginosos cambios deben ser analizados entendiendo que los sistemas naturales y socioeconómicos son interdependientes, que interactúan entre sí y están mutuamente integrados. Por lo que al momento de evaluar lo que está ocurriendo en los territorios se requiere observar simultáneamente el conjunto de dinámicas sociales, económicas, ambientales e institucionales que están modificando los ecosistemas y las condiciones de vida de la gente que los habita.

Dinámicas sociales y ecológicas en dos territorios complejos

ara analizar estos procesos se tomaron dos casos paradigmáticos de territorios guatemaltecos con grandes desafíos:

El primero, es un territorio de gran riqueza y fragilidad ecológica en el que se está produciendo una gran expansión de actividades agrícolas y extractivas, Tierras Bajas del Norte y el segundo es el Corredor Seco, que se está enfrentando a complejos escenarios socioeconómicos y humanitarios debido a la combinación de un aumento de la variabilidad climática y de vulnerabilidades ecológicas y sociales de naturaleza histórica y estructural.

Una primera constatación de la investigación es la gran importancia que tiene el acceso a la tierra, al agua, al bosque y a otros valiosos activos naturales como factores que impactan en el desarrollo humano, la pobreza y la desigualdad. Las trayectorias históricas de ambos territorios, con sus heterogeneidades y diversidades, muestran cómo esas sociedades se fueron reordenando en función de políticas y cambios socioeconómicos a lo largo de la historia que afectaron el uso y al acceso de su población y comunidades a esos recursos.

Los problemas de inseguridad alimentaria en el Corredor Seco o de deterioro ambiental y conflictividad en las Tierras Bajas del Norte tienen mucho que ver con la no resolución de problemas y de inequidades de larga data relacionados con el uso y acceso a esos valiosos recursos naturales. Los cuales además están siendo afectados y reforzados por fenómenos contemporáneos como el cambio climático, la aceleración de las migraciones internas a esos territorios, la expansión de actividades extractivas y agroindustriales, la migración interna o el aumento del comercio global de recursos naturales, entre los más importantes.

Hacia una mejor gobernanza, y acuerdos sobre el acceso y uso de recursos naturales

Para enfrentar esos desequilibrios estructurales, es necesario fortalecer a largo plazo los esquemas de gobernanza y de manejo sostenible de los recursos naturales; es decir, de los marcos y sistemas institucionales participativos que los regulan. Sistemas que deben considerar en su formulación e implementación con una amplia participación de todos los actores territoriales y, en particular, de las comunidades más vulnerables. De esa manera, no únicamente se mitigará el conflicto, sino se cimentará una mejora sostenida del desarrollo humano y la resiliencia social y ecológica de esos territorios.

Es necesario tratar estos desafíos de manera integral, entendiendo sus consecuencias ambientales y sus impactos económicos, pero también las historias y expectativas sociales de las personas y comunidades involucradas y sus necesidades históricamente no satisfechas. Hay que trabajar simultáneamente varios ámbitos: sociales, ambientales, culturales y de expectativas individuales y colectivas.

Esas articulaciones de factores de riesgo y vulnerabilidad socioecológica tienen particularidades locales, varían en cada caso, por lo que cualquier intervención precisa de un fuerte anclaje territorial. De ahí la necesidad de reforzar una aproximación local, escuchando y asociando en su resolución a los actores del territorio.

Frente a los problemas analizados, no basta con actuar o resolver los problemas coyunturales o sus síntomas de corto plazo, hay que encarar las desigualdades, malestares y problemas estructurales e históricos que son su trasfondo. Por ejemplo, sin acciones que detengan y reviertan el deterioro de los ecosistemas y sin una mejora del acceso de las comunidades a recursos hídricos sostenibles en el Corredor Seco no se evitará la recurrencia de crisis humanitarias cuando haya fenómenos climatológicos adversos.

Por tanto, una vigorosa acción de protección social de las poblaciones afectadas debe ir acompañada de acciones orientadas hacia la resolución de problemas medioambientales, productivos y de acceso a infraestructuras básicas que les desfavorecen.

De igual manera, en las Tierras Bajas del Norte el diálogo multiactor en situaciones de conflicto por acceso o uso de agua, tierra o bosque debería estar acompañado del fortalecimiento de los esquemas de gobernanza de los recursos, de la seguridad jurídica de la tierra, de la generación de opciones diversificadas de economía local o de la mejora estructural de las condiciones de vida de las poblaciones del territorio.

Así pues, los conflictos en torno al uso y acceso a recurso naturales tienen que ser entendidos desde esa perspectiva integral. Su resolución tiene que ver con comprender y dialogar considerando los intereses y visiones de los diversos actores territoriales involucrados, pero sobre todo con encarar y resolver los problemas sociales, económicos y ambientales estructurales del territorio y de las poblaciones que lo habitan.

El diálogo y la concertación social son instrumentos imprescindibles para ir resolviendo esas conflictividades y generando condiciones sostenidas para le mejora del desarrollo humano. Por ejemplo, garantizando el cumplimiento de lo que mandata el convenio 169 de la OIT en su artículo 6, sobre el ejercicio del derecho de los pueblos indígenas a la consulta previa, libre e informada, respecto de medidas legislativas o administrativas susceptibles de afectarles, incluidos los proyectos que se desarrollan en territorios de pueblos indígenas. Disposición que el Órgano Legislativo de Guatemala ratificó en 1996.

En resumen, el gran desafío es ¿cómo construir colectivamente nuevos equilibrios en una sociedad y en territorios diversos y heterogéneos y marcados por desigualdades estructurales, mediante el diálogo constructivo y la participación inclusiva? ¿Cómo lograr nuevas articulaciones sociales, económicas y ecológicas que apunten a un desarrollo humano sostenible? Las respuestas son nacionales, pero, sin una perspectiva territorial y local, no serán suficientes.

Figura 6.5 La diversidad de desarrollo humano en las Tierras Bajas del Norte y el Corredor Seco

Fuente: elaboración propia

Los indicadores de desarrollo humano y de privaciones son, al final, el reflejo de los logros y desafíos anteriormente reseñados. Los dos territorios analizados tienen bajos IDH-M y significativas desigualdades internas en relación con otras zonas del país. Ese es el reflejo de la no resolución de sus problemas estructurales, a los que se suman las contingencias de los últimos diez años: el acelerado cambio climático acompañado de desastres provocados por fenómenos naturales, conflictos y otros. Su mejora se producirá en la medida que se actúe con integralidad, dialogando y fortaleciendo a los actores locales y, sobre todo, con la premura y urgencia que requieren. En este capítulo podrá leer más sobre la recapitulación de la historia de la ocupación territorial en las Tierras Bajas del Norte y del Corredor Seco, sus dinámicas, expansión, conflictividad y sostenibilidad de los ecosistemas, así como la transformación de ambos territorios y el impacto del cambio climático en sus ecosistemas.