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Urbanización y nuevas ruralidades

Uno de los fenómenos que modifica de manera significativa los territorios guatemaltecos y las condiciones para su desarrollo humano es la urbanización y los cambios que están experimentando algunas zonas rurales debido a la migración, la diversificación económica y otros fenómenos.

Los datos estadísticos ratificaron la importancia que tienen hoy las ciudades intermedias en el país y la diversificación de las economías locales. Siendo un ejemplo interesante de estos cambios la emergencia de un espacio con características metropolitanas en el corazón del Altiplano Centro Occidental, un territorio con una población social y étnicamente diversa, con una fuerte impronta indígena y protagonista en la historia del país.

La urbanización en Guatemala tiene características particulares en comparación con las tendencias latinoamericanas, ya que vivió un proceso relativamente tardío y lento que se aceleró desde fines del siglo XX. En 2002, aún el 54 % de la población vivía en zonas rurales. Es probable que ese fenómeno siga aumentando en el futuro, acercando el país a los estándares latinoamericanos.

Aunque la región metropolitana conformada por la ciudad de Guatemala y sus conurbaciones es la región urbana más grande, hay que destacar la expansión del segmento denominado “ciudades intermedias” (aglomeraciones entre 50 000 y 250 000 habitantes por fuera de la región metropolitana central). Esa categoría estaba compuesta en 2002 por 4 localidades que resguardaban al 3 % de la población; en 2018, estas ya eran 19 y albergaban al 14 % de guatemaltecos.

Gráfico 4.1 Las ciudades intermedias son las que más crecieron en población entre 2002 y 2018

Proporción de la población según grado de urbanización (2018)
Fuente: elaboración propia con base en datos de los CNPV 2002 y 2018

 

Paralelamente al anterior proceso, la aparición de una “nueva ruralidad” en varias regiones del país es otra de las novedades interesantes de la ocupación y uso del territorio desde inicios de siglo. Ese concepto surgió en América Latina para comprender las evoluciones contemporáneas de los territorios rurales, cuya identidad ya no gira únicamente en torno a la actividad agrícola y en los que se intensifican las interconexiones con las ciudades y otros espacios.

Algunos de esos rasgos están apareciendo en Guatemala, país de reciente urbanización y numerosa población rural. En muchas regiones hay un retroceso de las actividades agropecuarias en las zonas rurales y una mayor diferenciación en las condiciones de vida y tipos de carencias que enfrentan ese tipo de territorios por efecto del aumento de las migraciones, el peso económico de las remesas o los conflictos por el uso y acceso a recursos naturales.

El potencial y los retos de la urbanización: la evolución del Altiplano Centro Occidente

El crecimiento del denominado Altiplano Centro Occidente, en la región suroccidental, en el que se articulan municipios de los departamentos de Quetzaltenango, Totonicapán y San Marcos, ilustra los desafíos de la urbanización y la transformación de las ruralidades.

La historia de conformación de esta metrópoli aporta lecciones valiosas sobre algunas dinámicas contemporáneas del desarrollo territorial guatemalteco. Su configuración actual está relacionada con su localización como eje articulador de varios territorios y como lugar de tránsito hacia México, potenciado en los últimos años por el aumento de la migración a Estados Unidos. Pero también por la existencia de economías locales vigorosas y más diversificadas que en otros territorios fortalecidas por una oferta de servicios educativos importante, sobre todo en Quetzaltenango y San Marcos, que contribuye a aumentar la escolaridad promedio de sus habitantes.

Lo interesante de este desarrollo es la articulación con otras pequeñas ciudades y municipios donde, desde hace mucho tiempo se construyen economías diversificadas, no dependientes únicamente de la agricultura, que aprovechan su localización para articular comercio y manufactura u otras actividades. De esa manera, no solo aumentó la población, sino también las relaciones comerciales y el acceso a información.

Es decir, hay varios factores que convergieron para alentar ese desarrollo, muchos impulsados por el propio esfuerzo de las personas, desde los migrantes que aportan remesas, los comerciantes indígenas que transitan desde hace siglos por rutas desde México hasta El Salvador, los artesanos e industriales de textiles que se reinventan continuamente al ritmo de los cambios en sus mercados, e, incluso, los comerciantes e inversores que urbanizan los pueblos.

Pero también fue importante, como nos lo enseña la geografía económica, que el territorio cuente con algunas infraestructuras públicas claves. Su cercanía a carreteras importantes que articulan el país y lo vinculan con sociedades y mercados externos fue determinante para su expansión, al igual que la existencia de una red de servicios educativos y de salud.

Una primera gran conclusión es que este es un espacio en movimiento, adaptable a condiciones adversas, que aprovecha oportunidades, pero que enfrenta retos y desigualdades de carácter estructural.

Si bien los cambios pueden aportar oportunidades también pueden significar nuevos desafíos: ¿hasta qué punto esta urbanización está promoviendo un mayor desarrollo humano? ¿Cómo ir más lejos, superando las persistentes desigualdades y los nuevos retos que se están generando?

En cuanto a esto, el análisis mostró que los municipios con mayor urbanización del Altiplano Centro Occidente tienden a tener indicadores de desarrollo humano más altos. Por otra parte, se observó que entre 2002 y 2018 se experimentaron disminuciones de las brechas en este ámbito entre los municipios, siendo el factor educativo el que más contribuyó a esa reducción.

Gráfico 4.3 Hay municipios de ciudades intermedias con índices de privaciones elevados

Índice de privaciones municipales (IP-M) 2018
Fuente: elaboración propia con base en datos de los CNPV 2018

No obstante, se mantienen desigualdades importantes al interior de los territorios y varios municipios enfrentan privaciones multidimensionales significativas, eso sucede, sobre todo, en los que están menos integrados a la dinámica de la metrópoli. Es así como hay municipios donde el 90% de los hogares tienen alguna privación.

Gráfico 4.7 El IDH-M del territorio aumentó sobre todo por el impulso del índice de educación

Incremento de los componentes del índice de desarrollo humano, entre 2002 y 2018 (%), según zona.
Fuente: INDH con datos de PNUD, BM, Banguat e INE

 

En resumen, las transformaciones urbanas descritas se están desenvolviendo con un trasfondo de desigualdad y pobreza que se debe considerar y que no se están resolviendo al ritmo necesario; el crecimiento urbano está también provocando nuevos tipos de segregación espacial, desafíos ambientales y en la gestión de recursos hídricos, deforestación, abandono de espacios verdes, mal manejo de los desechos y nuevas brechas en el acceso a servicios de educación y salud – esta vez al interior de la urbe-.

Existe un riesgo de que las principales ciudades de la nueva metrópoli acumulen ventajas frente a otros territorios y zonas aledañas que no se están beneficiando de la dinámica desencadenada.

Además, en estas nuevas urbes hay una tendencia a que los problemas de seguridad ciudadana aumenten, la violencia contra las mujeres se intensifique y aparezcan nuevos desafíos para la convivencia y cohesión social.

Acompañar la urbanización con servicios y políticas públicas

Teniendo en cuenta este escenario, hay evidencias del potencial para mejorar el desarrollo humano en el ámbito urbano, pero se requiere de condiciones favorables en el propio territorio, como la existencia de economías locales con dinamismo o su cercanía a buenas infraestructuras de comunicación. Es además evidente que esos fenómenos necesitan de un fuerte acompañamiento e impulso público que apunte a construir o reforzar las infraestructuras, servicios públicos, instituciones y pautas de comportamiento colectivo que contribuyan a un mayor desarrollo humano. Es decir, se requieren políticas integrales de largo plazo, mayor planificación, coordinación, participación y eficiencia de los gobiernos y administraciones que trabajan en el territorio. Junto con las tradicionales recomendaciones sobre la mejora de infraestructuras viales que vinculen el territorio, que como se vio son cruciales, o la ampliación y mejora de servicios sociales básicos, aparece la urgencia de aplicar una planificación y ordenamiento del territorio con criterios de gestión sostenible de los ecosistemas y recursos naturales; de apoyar a las economías locales, articulándolas con mercados y entre sí para aumentar su competitividad; o la urgencia de continuar conceptualizando iniciativas macrorregionales (o metropolitanas) para enfrentar problemas comunes (como el manejo de residuos, la preservación de bosques y áreas verdes, la gestión de las cuencas que abastecen de agua a la metrópoli, por mencionar algunos de ellos). En este capítulo podrá leer más en profundidad sobre ciudades intermedias, cambios demográficos y ocupacionales, la dinámica de crecimiento de los territorios, desigualdades y retos que conforman la metrópoli del Altiplano, entre otros.